¿Cuántas
veces hemos escuchado esa afirmación? Normalmente, el autor es aquel
que bajo el vago intento de auto-complacerse, cree firmemente que
ese, al que está dirigiendo su supuesta verdad, es su siervo.
Normalmente, el creador de la frase, es el mismo que, con su retórica
de bar, cambia el mundo habido y por haber junto con más energúmenos
de su especie. Sí, suele ser aquel que disponiendo de poca razón en
sus argumentos, se escuda en una verdad (la de que el funcionario
cobra del Estado), para querer hacer creer, ya no al policía que
recibe la frase, sino a él mismo, que el sueldo del servidor público
sale de su bolsillo. Íntegro. Con pagas extras incluidas. Y que dada
esa verdad, debe hablarle como mínimo, como aquel que le permite
respirar.
El
pasado día 25 de diciembre me encontraba en Barcelona.
Repetimos, 25
de diciembre. Navidad, por si alguien no se había percatado de la
fecha. Ese día, donde la gente está con la familia, abre regalos
del señor barbudo que popularizó Coca Cola y que, quien más quien
menos, le araña las máximas horas al edredón mientras su estómago
pugna por hacer la digestión de la reciente cena, ese día, estaba
sentado en una terraza de la Rambla de Cataluña.
El
hecho de remarcar el día, no es para que sientas aflicción por mi,
de hecho la compañía de mi café me era más que grata. Era porque
a escasos metros de donde me encontraba, había dos furgones de
policía. Oscuros y con rejas. Mossos d'Esquadra ponía en los
laterales. Brigada Móvil en su parte posterior. Varios agentes
ataviados con botas, boina militar y fusiles hacían guardia y
patrullaje alrededor de los vehículos. La imagen se ha convertido en
normal desde los diferentes atentados cerca de nuestra casa.
Bajo
la imagen de respeto que infundían los agentes que allí se
encontraban, pude ver como varias personas se acercaban a ellos. Unos
a preguntar por calles, otros por cajeros de una u otra entidad
bancaria. Algunos porque no encontraban su hotel y otros, los más
osados, para solicitar una fotografía. Pero lo que realmente me
sorprendió, fue el gran número de personas que se acercaron a ellos
solo para dar las gracias por su trabajo. Para felicitarles la
Navidad.
Algo
está cambiando. Quizás el miedo. Puede ser. El hecho de ver que un
atentado terrorista es más que probable en nuestra casa, ha hecho
que las personas se quiten tonterías de la cabeza. Quizás el miedo
hace entrar en razón, pensé. Quizás la gente tiene claro, aunque
sea por temor a un atentando, que los buenos son esos. Que ese con
chaleco antibalas y un fusil, es el que le va salvar.
Pero
quizás no es el miedo. Quizás, y ojalá sea así, los ciudadanos
ven en esos hombres y mujeres lo que son. Policías. Que están para
servir, pero no para ser siervos de nadie. Que te ayudarán si lo
precisas, pero serán implacables si delinques. Quizás se hayan
percatado que bajo ese uniforme hay personas, con familias, casas y
problemas. Como todos. Quizás se hayan dado cuenta que, para dejar a
tus seres queridos en casa el día de Navidad y servir a otros, hay
que estar hecho de otra pasta. ¿Tú podrías? Piénsalo.
Absorto
en mis pensamientos y escribiendo las primeras líneas de lo que
ahora estás leyendo, pude comprobar que la estadística, una vez
más, se hace oír. Y es que entre tanta gente que pasó, algún
imbécil tenia que aparecer. No lo digo yo, lo dicen los números.
Las matemáticas siempre dicen la verdad.
Manifestante gritando a policía en Nueva York. Fotografía: Stephanie Keith |
Bajo
mi atónita mirada, que contrastaba con la indiferencia del policía,
pude comprobar como una señora recriminaba a uno de los agentes (de
no muy buenas formas) la posición de las furgonetas. Esta queja,
venía motivada según ella, porque no se podría pasar en el caso de
sufrir un atentando terrorista. Debo decirte amigo mío, que hablamos
de una acera no transitable de treinta metros de ancho. Entenderás
el sinsentido. Pero por otro lado, me sorprendió lo osado de la
exigencia, en su contenido y en su forma. Exigencia que, dada la
actitud del agente, haciendo caso omiso, se transformó en una serie
de recriminaciones a la policía. En general. Hasta que el
destinatario de la ira de la señora, con un temple que ya he
solicitado en mi carta a los Reyes Magos, le invitó a marcharse.
Momento en el que la experta en seguridad nacional aprovechó para
insultar y recordar aquello con lo que he iniciado este artículo:
“Yo te pago el sueldo”.
Como
me hubiera gustado poder hablar por boca de aquel policía.
Comentarle a la señora que él le paga la pensión, si nos ponemos a
hablar en el mismo idioma. O que si le paga el sueldo, ya podría
estirarse y pagar un poco más. O... Como
dice un buen amigo mío; la ignorancia es muy atrevida.
Lo
que más me molestó fue que, casi con toda seguridad, esa señora
enturbió el momento. Fue como esa nube que tapa el sol en un día
radiante. Estoy convencido de que, los comentarios sin sentido de la
tristemente protagonista del momento, eclipsaron las felicitaciones
del resto de ciudadanos. A lo mejor me equivoco. Pero tendemos a
recordar más lo malo que lo bueno. El mundo es así, unos pocos
necios que hacen mucho ruido. Solo añadir una cosa más, sí, a ese
momento en el que me hubiera gustado usar al policía como si de un
ventrílocuo y su muñeco se tratara:
Señora,
a veces vale más callar y
parecer tonto, que abrir la boca y demostrar que se es.
Hola! He leído varias entradas suyas y la verdad es que me parece una persona sensata e inteligente, pero nunca me había animado a hacerle un comentario.
ResponderEliminarEn esta ocasión me he animado a hacerlo por dos cosas, la primera para darle las gracias como Policía que soy y la segunda para tranquilizarle. No sé preocupe, esa señora enturbió el momento, pero le aseguro que no es lo que recuerda el Policía de ese día, porque a eso estamos sobradamente acostumbrados, por desgracia, pero a que alguien se acerque a darte las gracias o felicitarte por el trabajo que haces no tanto, por eso cuando ocurre es tan gratificante que no lo olvidas y seguro que el hecho de que además ocurriera en varias ocasiones ese día y lo bien que le hizo sentir eso, es lo único que recuerda el Agente.
Un saludo.
Hola J.M. Primero darte las gracias por leer el blog. Un placer que dediques tu tiempo a pasar por aquí. Dicho esto, debo decir que seguramente sí. La falta de costumbre (lamentablemente) a esas muestras seguramente calaron más. Espero que así fuera. Un saludo y gracias de nuevo. Estás en tu casa
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