Perdonad mi ignorancia o mi base de
creencias errónea. Perdonad porque quizás, vivo en otro mundo
diferente a aquellos que me tacharían de un pensamiento “desfasado”,
“poco moderno” o desconfiado de esa convicción del modelo de
integración y rehabilitación que ofrecen las cárceles. Perdonad
también por mi desconocimiento en profundidad del sistema
penitenciario en Cataluña. Y sobretodo, por tener una firme e
impenetrable creencia: Quien la hace la paga.
El verano pasado pude leer con estupor
una noticia: “Las cárceles catalanas reabren sus piscinas”.
¿Perdona? Después de leer de nuevo el titular, por aquello de
sonarte a error de lectura, pude comprobar que mi comprensión
lectora estaba perfecta.
Las cárceles, cerraron acertadamente
sus piscinas hace cuatro años por los recortes. Y este año, dado
que la crisis pese a vislumbrarse todavía en el horizonte, parece
que la vamos perdiendo de vista... ¿Qué mejor manera de emplear el
dinero del contribuyente que abriendo las piscinas para los presos?
¿Qué los funcionarios siguen con salarios recortados? ¿Qué los
hospitales tienen falta de personal? ¿Qué las farmacias no cobran?
Minucias. Los presos a remojo. Lo primero es lo primero.
Interesándome más por el tema, pude
comprobar que los reclusos no solo disfrutan de los baños, no.