Sí sí, como lo oyes. No en el sentido
sentimental o amoroso de la expresión, así que lo siento si te
defraudo. Pero oye, para gustos colores, no te voy a juzgar,
ciertamente hay zapatos muy bonitos, puedo llegar a entenderte.
Va, ahora enserio.
He jugado a baloncesto toda mi
infancia, pre adolescencia y adolescencia. De los 6 años a los 18.
No he sido un gran jugador, no te voy a engañar. Pese a cosechar
algún que otro título en ligas menores y el orgullo de decir que
era el pívot más bajito de la liga con 1 metro
82cm, pocos más han sido mis logros.
Sabrás que en todo deporte, las grande
marcas siempre se encargan de bañar con su marketing las cabezas de
todos los que lo practican o lo siguen. Y ni yo iba a ser menos, ni
ninguno de mis compañeros de juego. Estaba enamorado de todas las
zapatillas deportivas que calzaban mis ídolos deportivos. Podía
decirte marca, modelo y año. Incluso de cuantos colores existía
cada modelo y si había una edición limitada. ¿Y por qué? Porque
no podía tener unas.