No amigo mío, no. Él no tiene la
culpa. Ninguna culpa. De formar parte de la vida de un humano. De que
ese humano le trate como a un objeto más de su amplia colección de
pertenencias. No tiene la culpa de que, el humano, por su mera
condición de primate con un plus de raciocinio, se crea superior a
él. Es como la frase aquella que decía: “el humano es el único
mono que puede dibujarse. De acuerdo, pero también es el único que
le da valor a hacerlo”.
Créeme, él no tiene la culpa. Tu
perro no tiene la culpa de que tu, cerdo donde los haya (y me
perdonará el animal), amparado bajo el anonimato algunas veces, y
otras, escudado en una cara más dura que el cemento, no recojas las
deposiciones de tu mascota. Vamos a pasar por alto el hecho de que no
hayas querido, o no hayas podido enseñarle a realizar sus
necesidades en un sitio adecuado. Vale. Pero cuando tu perro se caga
en medio de la calle y sigues con tu marcha, previa mirada a
ambos lados, para cerciorarte que nadie ha visto tu nula
predisposición a limpiarlo, ¿qué deberíamos hacer contigo? Dime.
¿Obligarte a recogerlo? ¿Multarte? ¿Hacer puntería en tu cogote
con aquello que olvidaste recoger?
No, él no tiene la culpa. La estupidez
es cosa tuya.
De verdad, no tienes que hacer partícipe al perro de ella. Ni al perro ni a nadie, pero a tu mascota mucho menos. Los cánones de belleza son un invento de los humanos. Ya practicamos todo tipo sacrificios o de remiendos, llamados también operaciones estéticas, para acercarnos a esos cánones. No lo hagamos con los perros. Y si, por alguno motivo que no alcanzo a entender, necesitas medir la belleza de tu animal... ni se te ocurra mutilarlo para llegar a ese fin. ¿Qué clase de psicópata le corta las orejas a un perro, alegando que así es más bonito? ¿Delante de qué enfermo mental nos encontramos? ¿Qué clase de sádico le corta la cola a su mascota, para, simplemente decir que se acerca al canon de belleza establecido?
De verdad, no tienes que hacer partícipe al perro de ella. Ni al perro ni a nadie, pero a tu mascota mucho menos. Los cánones de belleza son un invento de los humanos. Ya practicamos todo tipo sacrificios o de remiendos, llamados también operaciones estéticas, para acercarnos a esos cánones. No lo hagamos con los perros. Y si, por alguno motivo que no alcanzo a entender, necesitas medir la belleza de tu animal... ni se te ocurra mutilarlo para llegar a ese fin. ¿Qué clase de psicópata le corta las orejas a un perro, alegando que así es más bonito? ¿Delante de qué enfermo mental nos encontramos? ¿Qué clase de sádico le corta la cola a su mascota, para, simplemente decir que se acerca al canon de belleza establecido?
Tu perro no tiene la culpa. Ni la más
mínima. Deja a tu perro tranquilo con las competiciones. El Agility
está bien para que trabaje la inteligencia, sí. Para que haga
ejercicio, también. Para aprender ordenes, perfecto. Pero es
simplemente eso, una diversión para él y para ti. Obviaremos que
llevarlo a caminar o correr hasta cansarlo, resulta un gran esfuerzo
para ti. Obviaremos también, que se deduce lo vago que eres. Así
que por favor, él no tiene la culpa de tu obsesión por competir.
Deja que el Agility sea una experiencia divertida. Y te lo dice uno
que tiene un Border Collie. ¿Quieres hacer CaniCross? Estupendo.
Llévatelo a correr. ¿Por qué competir? ¿Porqué sabes, que en una
carrera de 10km, tus marcas personales no te dan para ganar más que
las gracias? ¿Porqué has encontrado el único sitio donde quizás,
con tus tiempos mediocres puedes llegar a ganar algo? Deja a tu perro
tranquilo. Él no tiene la culpa de tu incapacidad.
Él no tiene la culpa. No ha decidido
ser de esa raza. Justamente esa que está de moda. No tiene la culpa
de que tú, gregario como el que más, te hayas preocupado únicamente
de adquirir “aquello cool” del momento. Como si de unas
zapatillas se tratara. No te has preocupado de conocer el carácter,
necesidades, habilidades y cuidados de esa raza. Has querido “algo”
que se lleva, para ser uno más que lo tiene. Un idiota. Con todas
las letras. Y un infeliz, el perro, lo tuyo ha quedado sobradamente
claro.
El perro no tiene la culpa. Ni se te
ocurra pensarlo. Tu has sido el que confundiste el amor hacía tus
hijos, con regalarles sus exigencias. Solo tu tienes la culpa de
pensar que te querrían más si cumplías sus anhelos. El perro se
encontró bajo un árbol de navidad en invierno, y en un sitio
desconocido, perdido y abandonado en verano. Porque molestaba. Porque
tu regalo perfecto navideño fue aborrecido por tus hijos. Porque lo
trataron como uno más de sus juguetes. Porque la novedad fue
divertida, hasta que desearon otra cosa.
El no tiene la culpa. La culpa es solo
tuya. Nuestra. Por no ser conscientes de la suerte que tenemos.
Permítete acabar con una frase, del humorista americano Corey Ford,
que dice:
"Debidamente
entrenado, el hombre puede llegar a ser el mejor amigo del perro"
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